martes, 29 de noviembre de 2016

Ayer

Esta parcialidad de la familia de los guaycurúes, muy numerosa por cierto, en el siglo XVIII. Su hábitat estaba ubicado al oeste del sitio ocupado por los abipones, o sea entre estos y los Lules sobre los márgenes del Río Bermejo, extendiéndose luego desde el  norte hacia el sur, hasta la zona norte de la provincia de Santa Fe, donde se fundó la misión de San Francisco Javier. Los mocovíes muestran desde el siglo XVII hasta mediados del siglo siguiente una tendencia constante a la migración del norte hacia el sur que debemos relacionar con la introducción del caballo. 
Físicamente los mocovíes eran y son  muy parecidos a los tobas; musculosos y de estatura promedio 1,64 m. Acostumbraban a horadarse los lóbulos de las orejas. Allí ostentaban adornos diversos, gustando también de adornos labiales o “tambetà”.
Algunas costumbres de los antiguos mocovíes eran por ejemplo la cacería de los pecaríes, los cuales eran acorralados con  la ayuda de los perros y luego ultimados a golpes de macana. Las armas utilizadas para la caza eran por lo general el arco, y la flecha, además la lanza y la macana (maza de madera). La caza se efectuaba en forma individual o colectiva y no tenía una época determinada. En toda familia había un individuo dedicado a esta actividad.
También recogían grandes cantidades de langostas que les servía de alimento, ya sea tostadas al fuego o cocinadas en una olla con un poco de agua.
La pesca ocupaba un lugar importante en la economía de aquellos pueblos que habitaban a orillas del río Bermejo.
Los mocovíes eran pueblos que vivían también, de la recolección de frutos como la del algarrobo y que disputaban entre sí la zona de caza y pesca.  La alfarería estaba difundida entre los mocovíes. Las mujeres, generalmente, eran las encargadas de esta tarea. Empleaban el procedimiento del rodete en espiral, fabricaban piezas de forma subglobular de amplio cuerpo y cuello estrecho, con dos asas pequeñas por donde pasaba el hilo que servía de sosténEn cuanto al armazón de las viviendas de los mocovíes consistían tradicionalmente en ramas enconadas que se cubrían con paja dejando un espacio abierto para la entrada.
Posteriormente se adopta, tal vez por vía de préstamo, el caballete como elemento principal sobre el cual se asentaban el ramaje o la paja. La altura máxima de estas viviendas no alcanza 1.80 metros.
La cama era un cuero tendido en el suelo.
Los mocovíes admitían la existencia de un ser supremo a esta divinidad no se le rendía ningún culto. La religión estaba dominada por las ideas del animismo y la magia. Todos los seres o cosas de la naturaleza poseen alma o están animadas por un espíritu que es concebido con capacidad de acción y con móviles humanos.
No le rendían culto a los fenómenos naturales ni a los astros. Solo llegaron a personificarlos y atribuirles poderes benéficos o maléficos para el hombre. Por ejemplo, celebraban con fiestas la aparición de la constelación de las Pléyades en el horizonte, y la aparición de la luna nueva.
El  hechicero o shamán era un personaje importante dentro de la tribu y el intercesor ante los espíritus que gobernaban las fuerzas naturales. A estas les dedicaban ceremonias para implorar buen tiempo, lluvias, buena fructificación

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